www.estrelladigital.es 15/07/2011
Es falso que sean "tres trajes". Para ser exactos, el presunto soborno que sentará en el banquillo a Francisco Camps consistió en doce trajes a medida, cuatro americanas, cinco pares de zapatos y cuatro corbatas. En total, son algo más de 14.000 euros en regalos. Pero las razones por las que Camps debería haber dimitido hace ya varios meses, antes incluso de llegar a esta bochornosa situación, exceden a este juicio y estos regalos. Son estas tres.

La primera, que Camps lleva dos años mintiendo. No es un delito, pero sí es uno de los mayores pecados que un político puede cometer. Mintió cuando aseguró que no conocía de nada a ese Álvaro Pérez,“el Bigotes”, que después supimos que era su “amiguito del alma” al que quería “un huevo”. Mintió también cuando dijo a su partido que todo esto era un montaje que no llegaría a nada judicialmente –y Mariano Rajoy se lo creyó–. Mintió cuando aseguró, en varias ocasiones y ante el propio juez, que él se pagaba sus trajes –algo que hoy el juez Flors, en su auto, demuestra que no fue así–. Y ha seguido mintiendo semana tras semana hasta este martes, cuando su abogado reconoció ante el juez que tal vez pudo haber recibido regalos pero no como presidente de la Generalitat valenciana, sino como presidente del PP. 
La segunda, que los trajes son sólo la guinda de un pastel mucho mayor. Francisco Camps es presidente de un Gobierno cuyas cuentas están en los tribunales por la arbitraria adjudicación de millones de euros en contratos de la trama Gürtel. Y también es el presidente de un partido que está siendo investigado judicialmente por financiación ilegal. Se mire por donde se mire, Camps es el máximo responsable político de dos estructuras manchadas por corrupción y, como tal, debería asumir alguna responsabilidad, independientemente de que él sea condenado.

Y la tercera, que las urnas no absuelven de ningún delito. Como argumenta este viernes enPúblico Ramón Cotarelo, en democracia la mayoría decide quién gobierna; pero en un Estado de Derecho nadie está por encima de la ley: ni siquiera la mayoría.